18

Le di un beso, me dijo que me extrañaría, le dije que yo también. Me llamaría, en 40 minutos le dije yo. Con una sonrisa se despidió, media vuelta y la veia alejarse, caminar por la pista, en busca de un taxi. La segui con la vista por unos instantes, pero ya debía moverme, caminé y corrí para no ser atrapado por la ola de carros, sentía las luces amarillas y blancas de los autos sobre mi cuerpo, sobre mi vestimenta. El sonido de las llantas masticando la pista, luces de faros, los claxon que se elevavan en el cielo, la gente conversando por aquí y por allá, hablando por celular, cuchicheando entre ellos, más luces, esta vez de tiendas, toda esta sinfonía iba acompañada de una ventisca leve que hacia darme cuenta que mi chompa favorita no me abrigaba lo suficiente.

Segui caminando por este camino real entre el silencio y la oscuridad de la noche, y el tumulto y luz de autos y personas que transitaban. Llegué a la esquina, me detuve en la iglesia, esperando que el semáforo me de pase, la iglesia, siempre me pareció genial esta iglesia, no se si lo es, pero esta noche era tan barróca. Verde, me apresuré a caminar una vez más viendo que varios autos pretendían pasar por donde estaba, a pesar de que el verde nos permitía pasar. Llegué al centro comercial, un, dos, tres pasos más, y me encontre a la altura de Bembos, uno de las tiendas que desplegaba más luz en medio de este contraste con la noche.

Empuje o jale, lo suficiente como para abrir la puerta, entre al establecimiento, con mi mirada buscaba el lugar, mientras daba unos pasos en ese Bembos tan iluminado, increible que afuera arriba la noche fuera fria y oscura. Subi las escaleras, voltee a la derecha, empuje la puerta y entre al baño. Fui un poco apurado hacia los urinarios, habia hielo adentro, me pareció raro, ¿hielo? Hasta ahora pienso en porque pueden haberlo puesto, quizas porque así se autolimpia. Me lavé las manos en el lavadero, me arregle el cabello desordenado que siempre tengo, me miré, me acomdé un poco mi camisa blanca y mi chompa negra, otra mirada al espejo, mis ojos contra el reflejo de ellos, sonreí, suspiré, y volví por donde había venido.

Salí del abrigado local, y me interné una vez más por las calles de San isidro, pasé una vez más por la iglesia, vi el enorme reloj que se encontraba en lo alto, eran las 8 y 20, ojala no sea muy tarde, me dije. Seguí mi camino, atravesé un par de pistas más, corrí una qu e otra vez para no ser arrollado, y pude subirme a un micro, en la ya descongestionada Javier Prado. Me senté en algunos de los asientos de atrás como siempre, alguno que diera a la ventana, para ver el paisaje limeño de una noche como hoy. En algún momento saqué algunas monedas y con un "hasta la avenida La Molina", pagué 1.20. Seguí inmerso en el pasiaje nocturno. Que hermosa ciudad, a pesar de todo, ¿no?, a mi me encanta, y la odio a la vez, pero en momentos como este me encanta, mi Javier Prado, sí, ¿dónde más podía ser?, ¿dónde más podía estar ocurriendo uno de los momentos más... ? Reí, que curioso... sí, quién diría que pasaría... sí... Cerré mis ojos y me dejé caer.

Ya había pasado, sabía que eran más de las 8:40, abria mis ojos con lentitud, aún me encontraba en esta avenida, estaba por Frutales, traté de ir despertándome más. Ya era hora de bajar. Salté de la Couster, y me hice camino a mitad de pista entre los micros, combis, autos y demás, todos detenidos ante la luz roja. Pasé por el enorme verdor de cesped que cruzo a diario para dirigirme a mi casa, espere, deje pasar, miré, voltee, me acomode el cabello, meti mis manos en el bolsillo, Metro, Sanguchón, San Jorge, bodega, otra bodega, esquina, me entraron unos nervios, me reí, ¿Por qué te pones así Giorgio?, me decia sonriendo, caminaba sin saber si estaba bien ir así o más lento o más rápido.

Llegué a los Almendros, miré con miedo hacia la altura de mi casa, no había nada, estaba como siempre, cada vez que me acercaba más y más. Cuando me acerqué a mi condominio, vi que el señor de la puerta, cerró la reja, y eso me sorprendió. Llegué la puerta y traté de decirle que me abriera, pero el se alejaba, más y más, ¿qué rayos? Voltee mi mirada hacia la pista esperando al señor, se demoro un buen rato, regreso me abrió la puerta y yo como siempre le dije gracias, aunque un poco perdido. Pasé por el corredor de siempre, mi departamento está al final, así que debo de realizar ese tramo largo a diario. Desde afuera miré a una de las ventans de mi departamento, estaba oscuro, genial, me dije, subí las escaleras, hasta que llegué. " Here we go", musité, llegué a la puerta principal y vi que estaba entreabierta, la empuje.

¡SORPRESA!

En el medio de la risa y el barullo, intenté sonreir y poner cara de sorprendido, pero creo que fallé, se dibujó un rostro extrañó en mi cara, la gente empezó a acercarse para saludarme.

Eran varios de mis amigos que estaban apiñados en la pequeña sala de mi departarmento, además de mi familia, algunos tíos no tan cercanos y demás. También estaba ella. Me saludaron uno por uno de entre todos los que estaban ahí, casi al final la salude, me reia, ella también, un lo siento salió de su boca, seguí riéndome. Mientras los globos con helio seguian inspeccionando pequeñez de mi sala, miré al fondo donde había una gigantografía de una foto mía, una de esas que nos tomamos con el cel para ponerlo en el perfil de hi5 o facebook. Pensé que nadie más que yo la había visto hasta entonces, bueno, que importaba, ahora todos las 40 personas ahí ya la habian visto y la había firmado. Sabia que todo esto era gracias a mi madre, la autora intelectual de este evento.

Sí fue genial, sí, fue genial. Aún se me es difícil creer que ya tengo 18. Y que 40 personas hayan entrado en esta sala.

18 ya, y los cumplí oficialmente a las 8:40, en una Couster en pleno Javier Prado, mientras dormía. Quién diría.

26 de Mayo del 2009

-Oye, ¿te sorprendimos o no?
-No, digamos que mi mamá y Jocelyn son malas haciendo que las sorpresas sean sorpresas. Ya les tendré que enseñar como se hace, en su debido momento- reí.


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