Me acerqué con cautela hacia la larga fila de mesas sobre las que se extendían un batallón de copas, platos, cubiertos, vasos, vino, champange y demás. Decidí sentarme cerca de mi tía María, solo para descansar un momento, miré hacia los lados, veía a los diferentes grupos de tertulia armados, no prestaba mucha atención, solo esperaba la llegada del ansiado pavo navideño. En eso, sorprendiéndome, mi tía lentamente comenzó a hilvanar pregunta tras pregunta envolviéndome poco a poco hasta atraparme dentro de una conversación. Ahí mientras hablábamos soltó la bomba: ¿y qué piensas estudiar? Como he odiado esa pregunta. Ingeniería Genética, respondí con una leve sonrisa. ¡Ah, caramba!, entonces, te podré pedir que me hagas una cirugía por aquí, rió con unos ojitos pícaros. Ehm sí, trataba de articular una sonrisa convincente, pero fallida, claro tía, claro que sí. Sí…ay mira ya llegó el pavo, reí nerviosamente.
Envidio de sobremanera, a aquellos que varios años antes de salir del colegio ya apuntaban hacia un solo lugar, hacia una carrera que les fascinase, y es que a mi siempre me fue esquivo tremendo don. Cuantas veces frente a una tienda demoré minutos y minutos, dejando al vendedor aburrido, de tanto ver como mis ojos recorrían cada fila de galletas del mostrador preguntándole el precio, ¿las Glacitas?, ¿cuanto las Rellenitas?, ¿y las Pícaras?, ah, y ¿cúanto decía que costaba las Glacitas? Siempre fui indeciso, hasta para cosas tan triviales como galletas. Entonces, siempre llegaba a la misma premisa, ¿cómo haré para tomar una de las decisiones más importante de mi vida? Auguraba que me demoraría mucho tiempo en tomar la decisión de finalmente inclinarme por una carrera. Hoy, ha falta de unos días para que sean 2 años desde que asistí a mi última clase de colegio en secundaria, puedo decir que todavía no termino de decidirme. Aunque al menos, ya se que no será Ingeniería Genética.
He barajado a lo largo de mi vida, innumerable cantidad de opciones, desde policía, bombero, pintor, estrella de rock hasta genético, filósofo y presidente de la república. A pesar de ello, antes de postular a una universidad, llegué a decidir que se debía de tratar sin lugar a dudas de una carrera de letras, es entonces, que decido internarme en comunicaciones y hasta ahora sigo firme y convencido que decidí lo mejor. Ahora el dilema cae en la pregunta, ¿qué carrera exactamente?
Recuerdo hace unas semanas, que me encontraba en internet, frente a mi laptop, saltando de noticia en noticia y dándome con la sorpresa que todo estaba infestado de artículos y comentarios sobre las elecciones municipales. Sin lugar a dudas fue algo que me marcó, pues tras terminar la última línea de un artículo, proseguía con otro, me gustaba, y no me detenía. Tanto fue aquel entretenimiento por desentrañar la verdad de cada candidato, de encontrar la respuesta de quién mentía y de quién no, que muchas veces por falta de tiempo no seguía devorándome más de las usuales dosis diarias que tenía de política. Me fascinó, me hizo creer de que quizás hay una carrera que se parezca bastante a una para la cual me hubiese gustado poder prepararme: ser un superhéroe. Esa carrera otorgaba, a cada uno que decida unirse a sus filas, un poder con el cuál poder batallar contra la falsedad y la corrupción de una degradada sociedad, y ese poder conllevaba responsabilidades para ser digno de él. Pero solo uno pocos son de verdad capaces de no sucumbir frente a los beneficios personales que pueden ser obtenidos por un mal uso de estos poderes. La idea de que yo pueda ser uno de esos pocos me sacaba una sonrisa y me desesperaba por no poder esperar a tomar ese reto. Superman era un superhéroe, pero también lo es Clark Kent.
Pero cuando ya lo daba casi por hecho que las señales de luz del camino de mi vida me señalaban hacia el arduo trabajo del periodismo. Llegó un 7 de Octubre, en que Perú dejó de joderse, llegó un día en que Lima no fue gris, aunque su firmamento lo negara.
(¿Continuará?)
Envidio de sobremanera, a aquellos que varios años antes de salir del colegio ya apuntaban hacia un solo lugar, hacia una carrera que les fascinase, y es que a mi siempre me fue esquivo tremendo don. Cuantas veces frente a una tienda demoré minutos y minutos, dejando al vendedor aburrido, de tanto ver como mis ojos recorrían cada fila de galletas del mostrador preguntándole el precio, ¿las Glacitas?, ¿cuanto las Rellenitas?, ¿y las Pícaras?, ah, y ¿cúanto decía que costaba las Glacitas? Siempre fui indeciso, hasta para cosas tan triviales como galletas. Entonces, siempre llegaba a la misma premisa, ¿cómo haré para tomar una de las decisiones más importante de mi vida? Auguraba que me demoraría mucho tiempo en tomar la decisión de finalmente inclinarme por una carrera. Hoy, ha falta de unos días para que sean 2 años desde que asistí a mi última clase de colegio en secundaria, puedo decir que todavía no termino de decidirme. Aunque al menos, ya se que no será Ingeniería Genética.
He barajado a lo largo de mi vida, innumerable cantidad de opciones, desde policía, bombero, pintor, estrella de rock hasta genético, filósofo y presidente de la república. A pesar de ello, antes de postular a una universidad, llegué a decidir que se debía de tratar sin lugar a dudas de una carrera de letras, es entonces, que decido internarme en comunicaciones y hasta ahora sigo firme y convencido que decidí lo mejor. Ahora el dilema cae en la pregunta, ¿qué carrera exactamente?
Recuerdo hace unas semanas, que me encontraba en internet, frente a mi laptop, saltando de noticia en noticia y dándome con la sorpresa que todo estaba infestado de artículos y comentarios sobre las elecciones municipales. Sin lugar a dudas fue algo que me marcó, pues tras terminar la última línea de un artículo, proseguía con otro, me gustaba, y no me detenía. Tanto fue aquel entretenimiento por desentrañar la verdad de cada candidato, de encontrar la respuesta de quién mentía y de quién no, que muchas veces por falta de tiempo no seguía devorándome más de las usuales dosis diarias que tenía de política. Me fascinó, me hizo creer de que quizás hay una carrera que se parezca bastante a una para la cual me hubiese gustado poder prepararme: ser un superhéroe. Esa carrera otorgaba, a cada uno que decida unirse a sus filas, un poder con el cuál poder batallar contra la falsedad y la corrupción de una degradada sociedad, y ese poder conllevaba responsabilidades para ser digno de él. Pero solo uno pocos son de verdad capaces de no sucumbir frente a los beneficios personales que pueden ser obtenidos por un mal uso de estos poderes. La idea de que yo pueda ser uno de esos pocos me sacaba una sonrisa y me desesperaba por no poder esperar a tomar ese reto. Superman era un superhéroe, pero también lo es Clark Kent.
Pero cuando ya lo daba casi por hecho que las señales de luz del camino de mi vida me señalaban hacia el arduo trabajo del periodismo. Llegó un 7 de Octubre, en que Perú dejó de joderse, llegó un día en que Lima no fue gris, aunque su firmamento lo negara.
(¿Continuará?)
2 comentarios:
Descuida, la experiencia me dice que las decisiones más importantes se deciden en muy muy muy poco tiempo, ya verás.
Sea lo que sea que escojas, mientras te haga sentir bien, pues bienvenido ;)
Lo más importante es que te sientas bien y que te guste lo que haces. No envidies demasiado a aquellos que eligieron su carrera tan rápido. A mí me pasó y termine estudiando ota cosa en la cual estoy muy contento por cierto. Suerte.
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